Joder,
tengo que dejar de fumar, es el segundo cigarrillo que me fumo en menos de
media hora. ¡Pero es que me encanta! Y más aún disfrutar del tabaco mientras
observo como llueve a través de la ventana. No ha parado de llover en tres
horas, y aquí sigo, incapaz de moverme viendo como millones de gotas de agua
hacen su Pearl Harbour particular con el cristal de la ventana de mi cuarto. Y
mientras tanto, Ella no para de cantar, seguir el ritmo de la música, crear ese
agradable ambiente “smooth” en mi habitación. Hasta las estanterías parecen más
bonitas cuando Ella les canta. ¡Dios qué voz tenía! Desgarradoramente
atractiva, suave, delicada, divertida… Los oídos de todo el planeta siempre
agradecerán que Ella cantara. Hasta las paredes parecen no querer dejar rebotar
su voz, quieren quedársela para ellas, no dejarlas marchar. Pero esa voz
pertenece al aire, debe sonar siempre. Y por eso en mi habitación siempre suena
cada vez que la tinta del bolígrafo toca el papel.
Es curioso ver como el agua y el fuego
son prácticamente lo mismo. Producen al menos, sensaciones muy parecidas,
idénticas más bien. El ritmo repetitivo de las gotas cayendo contra el suelo o
contra el cristal, esa tamborrada acuática, produce el mismo efecto
hipnotizador que las llamas de una chimenea en invierno. Miras, observas el
fuego, ves como se desvanece el tronco, como estalla, piensas, o dejas la mente
en blanco, das un sorbo a tu copa de brandy, una calada al cigarro y tiras la
colilla al fuego. Y vuelves a mirar las llamas.
A veces tu vida puede pasar entre las gotas de la lluvia, gotas que son distintas pero se reproducen una y otra vez. Son las mismas, las que vienes viendo toda tu vida, las tienes ahí delante, todas para ti, pero no puedes alcanzarlas, se te escapan y resbalan entre tus dedos. Pero no te preocupes, detrás de cada gota viene otra gota, y otra y otra… Y si deja de llover, algún otro día volverá a hacerlo.
A veces tu vida puede pasar entre las gotas de la lluvia, gotas que son distintas pero se reproducen una y otra vez. Son las mismas, las que vienes viendo toda tu vida, las tienes ahí delante, todas para ti, pero no puedes alcanzarlas, se te escapan y resbalan entre tus dedos. Pero no te preocupes, detrás de cada gota viene otra gota, y otra y otra… Y si deja de llover, algún otro día volverá a hacerlo.
El tiroteo de agua hipnotiza, las
llamas hipnotizan, y Ella Fitzgerald hipnotiza.
Si es verdad que me quieres, pruébalo,
y llora un río de lágrimas por mí, porque ¿sabes qué? Yo ya lloré un río de
lágrimas por ti.
Una de estas mañanas, despertarás y te
levantarás dando un salto desde la cama, y empezarás a cantar porque es tiempo
de verano. Podrás batir tus alas y volar por el cielo.
Sueña un pequeño sueño en el que salga
yo. Sueña conmigo. Ven a mi cama y sueña conmigo. Las estrellas brillan sobre
ti, y la noche parece susurrar… Te quiero.
Sólo abrázame fuerte y dime que me
echaste de menos.
En el cielo. Estoy como en el cielo,
cuando estoy junto a ti, cuando bailo junto a ti, cuando unimos nuestras manos,
cuando unimos nuestras mejillas. Estoy en el cielo.
Haz que el corazón mío se ría, porque
verte me hace sonreír, y eres mi obra de arte favorita.
A Ella Fitzgerald hay que escucharla,
oírla y sentirla. Mirarla, pensar, dejar de pensar, dar un sorbo a tu brandy,
dar una calada a tu cigarro, volverla a oír, y mientras, miras como llueve a
través de la ventana.
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