Seguidores

Busca por título

Todos los relatos

martes, 28 de enero de 2014

Relatos de Ida y Vuelta: Prólogo & Version I

Siempre he pensado que nuestro trayecto vital está marcado por diferentes etapas, como una gran vuelta ciclista. Etapas que tienen su comienzo y su final, con grandes momentos, circunstancias o estados de ánimo que delimitan las fronteras entre una y otra. En unas etapas te apetece dejar el cerebro aparcado en el garaje y dejar que la locura haga acto de presencia en nuestra lengua y nuestros actos; mientras que hay otras en que lo más excitante que haces es acomodarte en tu lado preferido del sofá y calentar el puchero al 9 en tu vitrocerámica. No siempre somos la misma persona, y no siempre tenemos ni queremos lo mismo. Y a medida que me voy haciendo menos joven lo voy comprobando y corroborando. Con cosas que veo, y con cosas que hago y siento.
Todo esto se produce o se explica por un fenómeno que he querido bautizar como “La Pendularidad de la vida”. Este concepto se define como la frecuencia en que las circunstancias y eventos, que por un lado nos rodean y por otro nosotros mismos creamos, se van repitiendo a lo largo de nuestra experiencia vital.
Para que nos entendamos, nuestra vida, y por ende nosotros mismos, nos movemos como el péndulo de un reloj antiguo. A veces estamos a la izquierda, a veces a la derecha, a veces arriba, otras abajo, unas estamos radiantes de Felicidad, otra nos inunda la Tristeza, para poco tiempo después volver a estar felices. Entre medias, como no, hay multitud de matices. Este péndulo no siempre se mueve a la misma velocidad, incluso no siempre está en movimiento. Se puede quedar estancado durante un tiempo en cualquiera de los lados, o bien en cualquier punto del trayecto, para luego volver al punto de origen o bien moverse en dirección contraria.
En la mayoría de los casos, la velocidad de nuestro péndulo (por favor, no intuid connotaciones fálicas al respecto) la marcamos nosotros mismos: de nuestra mentalidad, de nuestro ánimo, de nuestra fuerza mental, de nuestra mayor o menor positividad depende que el péndulo se mueva o se quede donde queremos. Sin embargo, también es cierto que hay factores externos mucho más fuertes que nosotros, y que pueden hacer tirar hacia el lado contrario al que pretendemos que se mueva, es decir, hay factores que no dependen de nosotros que pueden marcar nuestro péndulo sentimental. Pero también es cierto que si se tiene la fuerza y personalidad suficiente, tarde o temprano podemos revertir esa situación que no queremos, ese lugar en que no queremos que esté dicho péndulo. Y si solos no podemos, es tan fácil como pedir ayuda.
Ejemplos de nuestra “pendularidad” hay muchos, como por ejemplo en la música: hay días que sólo queremos Sweet Child O´mine y otros no más de la 5ª Sinfonía de Beethoven; en el cine: nuestra mente no está para más que Torrente 4, y otras Dogville es lo único que satisface nuestra hambre cinematrográfica; en la comida: hay noches que sólo estamos para lechuga con canónigos y queso fresco, y otras nos hincamos entre pecho y espalda una pizza familiar con doble pepperoni. Hay días que somos más de perros que de gatos, y otros más de gatos que de perros.

La Historia del Hombre también ha estado marcada siempre por esta “pendularidad”, como pasa en política, que se pasa de la izquierda a la derecha y de la derecha a la izquierda, a pesar de repetir casi siempre los mismos errores. Por eso es tan importante la memoria histórica, para intentar no repetir los mismos errores del pasado. Pero parece que el Hombre está destinado a repetirlos una y otra vez: racismo, xenofobia, autoritarismo, censura, dictaduras, intolerancia… otro ejemplo más de pendularidad.
La Historia del Arte también demuestra este fenómeno que comento. El arte no es ni más ni menos que una manifestación del Ser Humano, por lo que necesariamente tiene que reflejar sus características, en este caso, sus movimientos de ida y vuelta en lo que a conceptos de belleza artística se refiere: siempre, a lo largo de la historia de los movimientos artísticos, se ha movido de tendencias barrocas a otras más simplistas, para volver de nuevo al punto de origen. Pendularidad.

Todo este rollo reflexivo que he soltado aquí, el concepto de “Pendularidad”, tiene su por qué, ya que es ciertamente el origen o punto de partida de los (mini) relatos que pretenderé sacar durante un tiempo. De hecho los he querido bautizar como Relatos de Ida y Vuelta, ya que empiezan en un determinado punto de partida para llegar a un destino, y luego volver sobre sus pasos hacia atrás, visitando punto por punto, etapa por etapa, pero en sentido contrario, con un matiz distinto. Es una forma nueva de escribir, al menos para mí, por lo que no sé el tiempo que me durará este estilo, así que espero que os guste, y si no, me veré plenamente satisfecho si al menos os entretiene.

Versión I: La Mirada

Con los ojos se Mira el Alma, con el Alma Queremos, Queremos porque Sentimos, Sentimos porque Queremos, Queremos porque tenemos Alma, y con el Alma se Mira.

No hay comentarios:

Publicar un comentario