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lunes, 24 de agosto de 2020

Cuando Julio se acaba


Y otra vez el péndulo se vuelve a marchar justo en la dirección contraria a la que yo voy.

Sentado en los bancos de la punta del muelle, como el que está en una sala de espera del médico esperando un diagnóstico – como si fuese a ser otro que Atardecer Crónico, para el que la única cura es la noche-, las palabras de viento me susurran al oído poemas marineros que me humedecen el alma.

Victoria, Sebastián y José levantan la mano como lo hacen los niños en clase, apuntando a un cielo que me canta una canción celeste. Al lejos, veo que las palmeras guardan disciplinadamente la distancia de seguridad, alineadas con precisión militar ante la atenta mirada y mando del capitán Sol, quien provoca unas sombras alargadas las cuales parecen que se quieran tocar las unas a las otras.

La pista de baile acuático la ocupan unas graciosas pateras que intentan seguir el ritmo de un vals marcado por la deshidratada marea, pero su descoordinación hace que las gaviotas se tronchen de la risa y casi se caigan al agua del descojone.

Las bicicletas empiezan a andar solas con el Sol en contra y el verano por delante. Los niños sólo se dedican a pedalear.

Agosto ya se siente en el asfalto sudoroso y deshidratado, por donde las mariquitas hacen su particular peregrinaje carretera a través. Asfalto en el que crujen mis pies a medida que voy caminando, persiguiendo esa estela que va dejando el péndulo en su recorrido.

         Una vez muerto y resucitado el Sol, el fresquito de la mañana se deja sentir y querer, por quien voy deshojando la margarita de los deseos, para que rocíe con su aliento poderoso las huellas que dejan los madrugadores caminantes. Los gallos ya han amanecido en los Toruños y empiezan a calentar voces antes de salir al escenario. Bienvenida campestre a una nueva mañana. Sopranos de corral.

         Cuando el péndulo vuelva a retornar, porque lo hará, porque siempre lo hace, porque siempre amanece, porque siempre volvemos a respirar, porque el agua volverá a caer, porque la música volverá a sonar, porque la marea vuelve todos los días… justo en ese momento de retorno, justo ahí, volveré a sentir el calor corriendo por mis venas. Porque no se puede volver sin antes ir, y yo quiero ir y volver, volver a ir.

Ir a por tu mano y volver a caer a tus pies.

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