Y otra vez el
péndulo se vuelve a marchar justo en la dirección contraria a la que yo voy.
Sentado en los bancos de la punta del muelle, como el que está en una
sala de espera del médico esperando un diagnóstico – como si fuese a ser otro
que Atardecer Crónico, para el que la única cura es la noche-, las palabras de
viento me susurran al oído poemas marineros que me humedecen el alma.
Victoria, Sebastián y José levantan la mano como lo hacen los niños en
clase, apuntando a un cielo que me canta una canción celeste. Al lejos, veo que
las palmeras guardan disciplinadamente la distancia de seguridad, alineadas con
precisión militar ante la atenta mirada y mando del capitán Sol, quien provoca
unas sombras alargadas las cuales parecen que se quieran tocar las unas a las otras.
La pista de baile acuático la ocupan unas graciosas pateras que intentan seguir
el ritmo de un vals marcado por la deshidratada marea, pero su descoordinación
hace que las gaviotas se tronchen de la risa y casi se caigan al agua del
descojone.
Las bicicletas empiezan a andar solas con el Sol en contra y el verano
por delante. Los niños sólo se dedican a pedalear.
Agosto ya se siente en el asfalto sudoroso y deshidratado, por donde las
mariquitas hacen su particular peregrinaje carretera a través. Asfalto en el
que crujen mis pies a medida que voy caminando, persiguiendo esa estela que va
dejando el péndulo en su recorrido.
Una vez muerto y resucitado el Sol, el
fresquito de la mañana se deja sentir y querer, por quien voy deshojando la
margarita de los deseos, para que rocíe con su aliento poderoso las huellas que
dejan los madrugadores caminantes. Los gallos ya han amanecido en los Toruños y
empiezan a calentar voces antes de salir al escenario. Bienvenida campestre a
una nueva mañana. Sopranos de corral.
Cuando el péndulo vuelva a retornar,
porque lo hará, porque siempre lo hace, porque siempre amanece, porque siempre
volvemos a respirar, porque el agua volverá a caer, porque la música volverá a
sonar, porque la marea vuelve todos los días… justo en ese momento de retorno,
justo ahí, volveré a sentir el calor corriendo por mis venas. Porque no se
puede volver sin antes ir, y yo quiero ir y volver, volver a ir.
Ir a por tu mano
y volver a caer a tus pies.
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