Seguidores

Busca por título

Todos los relatos

viernes, 6 de noviembre de 2020

Todos tenemos sentimientos

 


Aquella sala de espera del hospital se estaba convirtiendo en un auténtico polvorín, una olla rápida cocinando los nervios de los que, con distinta actitud, aguardaban en ella. La presión ambiental se estaba haciendo bastante insoportable, por muy acostumbrados que estuvieran todos a lidiar con situaciones quizá no de ese tipo exactamente pero sí extremas, donde la templanza y sosiego eran fundamentales.

Batman permanecía muy como es él, callado, observador, calculador, mostrando una tranquilidad exterior que camuflaba su nerviosismo y estrés interior, de manera muy diferente a Lobezno, quien se mordía la lengua para no saltar con algún improperio o ese mal hablar cascarrabias tan típico suyo. Claramente, ese comportamiento no daba a lugar en aquella situación, y así lo entendió él. Batman, consciente del esfuerzo que su colega estaba realizando, se lo agradecía con la mirada, sin decir nada. Ya sabemos lo hermético que es él con sus sentimientos. No en vano ya se lo decía Alfred: Señor, debe abrirse usted más, desahogarse, expresar abiertamente sus sentimientos, no puede callárselo todo. A lo que Batman siempre hizo caso omiso, por supuesto, él era demasiado orgulloso como para hacer lo que otros le decían que hiciese.

Spiderman estaba trayendo locos a todos. Nervioso como es él, iba de un lado para otro y estaba que se subía por las paredes… literalmente. Lobezno lo miraba frotándose los puños y pensaba: como no te estés quieto, maldito canijo, te voy a ensartar como a un pinchito moruno, o espetarte como a una sardina.

Iron Man andaba por el pasillo con sus andares chulescos y prepotentes, haciendo sus propios cálculos y probabilidades: a ver, si llegamos a las 21.00 y había dilatado… luego las contracciones… pues tendrá que nacer a las….

Superman, prudentemente, permanecía sentado tal y como le habían indicado al llegar al hospital, obediente, porque eso era lo correcto, aunque no le quitaba ojo a Hulk, quien, debido a la larga espera y los nervios, estaba empezando a tomar unos tonos verdosos que, claro está, eran tremendamente preocupantes. Superman lo miraba y le hacía un gesto de yoga con las manos,  un Gyan Mudra, para transmitirle la calma que necesitaba en esos momentos. A mí me va genial el yoga, amigo, me ha cambiado la vida –le dijo Superman a Hulk en voz baja-. Hulk se dio cuenta y se lo agradeció, respiró profundo y se levantó. Se fue a una habitación contigua y empezó a hacer una meditación con música tibetana.

Pasados unos 20 minutos, por fin salió una enfermera del paritorio, quien lanzó, mientras miraba al techo de la sala de espera, una pregunta al aire con un tono que desprendía una insultante desgana.

- A ver, ¿Quién es la pareja de Doña Catwoman, por favor? Pareja de Doña Catwoman he dicho.

Batman se levantó como un resorte.

- Soy yo –respondió con su voz profunda-.

- Enhorabuena –respondió la enfermera-, acaba de ser usted padre de un hermoso muercielagato.

Batman comenzó a llorar. Lobezno sacó un klinex arrugado, que parecía usado, y se lo alcanzó a Batman. Enhorabuena, dijo Lobezno. Los dos se abrazaron y Batman le respondió: tú serás el padrino, amigo. Lobezno también empezó a llorar de emoción.

No hay comentarios:

Publicar un comentario