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viernes, 21 de julio de 2017

La Medusa Inmortal

Queen nos decía que no nos queda tiempo y no tenemos dónde ir. Nos preguntaba qué es eso que nos hace soñar, y se nos escurre entre los dedos. ¿Quién quiere vivir para siempre? ¿Quién quiere ser inmortal?

Como si Benjamin Button se hubiera metido a imitar a Errol Flynn en el Capitán Blood en las templadas aguas de los mares del Caribe, como si Connor Macleod disfrazado de Christopher Lambert se hubiera tirado al agua y se hubiera transformado en medusa. Así es el único ser vivo que se puede considerar inmortal. Desde Japón hasta América Central, pasando por el Mediterráneo. La Medusa Inmortal es un hidrozoo con alma de pirata disfrazado de Benjamin Button que viaja por las aguas de todo el mundo, pero a diferencia del abuelo Brad Pitt, ella consigue volver a la vida una y otra vez. A pesar de haber llegado a un punto vital en el que teóricamente debería haber perecido, ella consigue renacer, haciéndose inmortal.

El proceso no es fácil de explicar (ni de pronunciar): la transdiferenciación. Es un proceso en el que una célula se transforma en otra diferente. Cuando la medusa llega a una etapa de su vida, poco a poco, se va hundiendo en el profundo océano y parece que está a punto de fallecer. Pero como si tal ave Fénix acuática se tratase, consigue rejuvenecer, salir a flote y volver a la vida. De alguna manera interna, hace un viaje en el tiempo que ya quisiera H.G. Wells. Pero tan sólo dentro de sí misma, porque ahí afuera el mundo sigue girando. Las aguas siguen su curso.

Como dije antes, es el único ser vivo “inmortal”, es decir, biológicamente inmortal. Por supuesto que si la decapitáramos como le sucedió a Juan Sánchez Villa-Lobos perdería la vida ipso facto. Pero si dependiera de ella, siempre viviría.

Hay otras cosas que también perduran, que también rejuvenecen, se repiten, se renuevan, se inmortalizan de alguna manera y se hacen perennes. La Historia misma. La Política. La Estupidez. Los mismos errores que nos condenan. Las mismas acciones, en forma distinta, otras células pero el mismo animal. Un error transdiferenciado.

El Hombre no es inmortal pero sus errores sí que lo son. Algunas veces consciente y otras inconscientemente. Y cuando son errores conscientes, ya pierden el calificativo de error para ser otra cosa. Algo peor. Ya son tramas. Conspiraciones. Jerry Fletcher no estaba tan loco. Y finalmente así se demuestra.

Hay sistemas tan bien construidos y tan meticulosamente estudiados que algunas élites han conseguido inmortalizarlos en nuestra sociedad. Medio escondidos, camuflados y sigilosos. Como ladrones de guante blanco o gatos nocturnos. Sistemas y estructuras que nos aprietan el cuello, nos roban, nos engañan, nos mienten sin pudor y  encima van de víctimas. Nos muerden, nos pican y nos envenenan. Nos convierten en zombis domesticados. Sistemas corruptos y parasitarios con un séquito fiel, convencido a golpe de talón y lavado de cerebro. Un ejército que porta tanto armas de fuego como armas de papel y tinta, micrófonos abiertos para que escuchemos lo que quieren que escuchemos y cerrados para que no oigamos que lo que se supone no debemos oír. Ni entender. Que el libre pensamiento y la reflexión hacen mucho daño a la medusa política perenne. Portadores de la bandera que defiende el anti ideal, es decir, el bien particular en lugar del común. Que los acaudalados y los pobres sean siempre los mismos.

Hay un sistema político, económico, laboral, judicial, militar, etc. que tiene los tentáculos esparcidos por una inmensa geografía. Mar, Tierra y Aire. Ya sea tu geografía o la mía. Aquí o allí. A la izquierda o la derecha del Atlántico. Arriba o abajo del meridiano. Da igual. Es igual donde quiera que vayas.

Y lo peor de todo es que lo han conseguido inmortalizar. Lamentablemente sólo hay una manera de acabar con él, y es haciendo rodar cabezas. Entiéndase, metafóricamente hablando, aunque ganas no nos falten de agarrar cualquiera de las que fabricó Goro Masamune y ponernos a cortar pescuezos como el que siega el trigo. A jugar a ser Blade. Porque vampiros haberlos, haylos. Y muchos.
En esa inmortalidad sistemática se cuela un elemento fundamental: La Esperanza. La vida.

¿Qué harías tú si fueras inmortal?

Aquí nadie es Robin Hood ni Juana de Arco, al menos individualmente. Pero la manada es fuerte. Unidos, quién sabe. Tal vez sí.

La visión romántica, a veces catastrófica, que cada vez más tengo de la vida me lleva a realizar esfuerzos adicionales para encontrar otros caminos. Y esos caminos terminan en realidades muy lejos de la realidad. La cruda realidad. La realidad que no me gusta. Porque hay tantas realidades como queramos que hayan. Sólo se trata de escoger en cuál queremos estar y cuándo. Mis caminos me llevan cada vez con más asiduidad allá dónde el cáncer social no alcanza a llegar, porque no entiende ese mundo. Es la Naturaleza, el Mar, los Bosques, la Tierra. Al viento y la lluvia. Al fuego. Otros seres inmortales. A su manera.

Es difícil no aburrirte cuando tienes toda la eternidad por delante. Al menos es muy difícil que no te coma. Aunque sinceramente, no creo que haya tiempo suficiente para ver todo el mundo. Porque las realidades cambian, mutan, se rejuvenecen. Si en un viaje intrépido en tu inmortalidad decidieras ver todos y cada uno de los rincones de la Tierra, todos sus detalles, conocer todos sus animales y plantas, cuando volvieras al punto donde comenzaste, esa realidad ya sería distinta. Por lo tanto deberías de empezar nuevamente el ciclo. Tal y como hace la medusa. Además, tendrías que borrar los recuerdos, la memoria. Y ella es inmortal como tú lo serías.


La Humanidad siempre ha soñado con la inmortalidad. O al menos la humanidad que conocemos. La humanidad menos humana. Tal vez si volviéramos al principio, a los orígenes, si comenzáramos un nuevo ciclo, tal vez y sólo tal vez, nos iría un poquito mejor. Así la inmortalidad sí merecería la pena.

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