"Only those who have stood within the bars and
heard the din of devils and the appalling sounds of despair, can imagine the
horrors of the hold of a convict ship."
Este y otros latrocinios menores le hicieron
pasar varias temporadas, a intervalos, en el centro penitenciario de Common Gaol, donde como os podéis
imaginar, no pasó buenas noches precisamente. Sin embargo, su vida daría un
giro de 180 grados cuando el 7 de Abril de 1787, fue condenado por la justicia
a Transporte Forzoso, destino Australia, a causa de un hurto mayor. En toda
regla, una patada en el escuálido culo de John, para quitarse un problema de
encima. Aunque más bien fueron alrededor de 1500 problemas. De esa manera,
junto a otros 1499 convictos, John pasaría a ser uno de los integrantes de la First Fleet, un 13 de Mayo de 1787. En
qué momento de su vida iba a verse el pobre diablo viajando a Rio de Janeiro y
Ciudad del Cabo antes de Botany Bay,
si casi no sabía contarse los dedos de las manos más que para pedir ale en alguna Public House.
John contaba por aquel 7 de Abril con 27 años. Robert Cooper, el que
fuera hasta hace no mucho su empleador
en una pequeña granja a las afueras de Bedford, fue el que puso en aviso a las autoridades
de que, según la propia versión de Robert, nuestro amigo John le robó una
cantidad de cebollas cercana a las 4 fanegas y cuyo valor excedía los 5
chelines. El señor Cooper no tenía más testigos que sus propios ojos, con los
que llegó a reconocer y señalar perfectamente al acusado durante el juicio. Cierto
es que John nunca fue visto portando las cebollas supuestamente robadas al
señor Cooper, aunque cierto es también que cuando fue apresado en su casa al
día siguiente y al exclamar a gritos su inocencia, el tufo encebollado de su
aliento no pasó desapercibido para ninguno de los agentes que lo apresaron,
llegando inclusive a tener que echarse algunos
de ellos el antebrazo a su propio hocico y hasta secarse las lagrimillas con
los ojos enrojecidos. ¡4 fanegas de cebollas se comió el pobre hambriento! Quedaba
claro pues. C´ya la´er England!
Toda vez que zarparon, una vez recogidos todos en los brazos de Charlotte, y siempre a las órdenes the
Thomas Gilbert, en el octogésimo tercero de 252 días de viaje, una guitarra lyre-shaped sonaba, acompañada por una
voz rota, melancólica, pero potente. Era John Williamson. Como un esclavo que
rompe sus cadenas, el resto de convictos oían atentos como cantaba con dulzura,
un adiós a esta vieja Inglaterra para
siempre, adiós a mis compañeros de bar y bebida, adiós a la famosa Old Bailey,
¡donde siempre su oleaje era tan grande! Me voy cantando, me voy así como
veréis, os veré en Botany Bay. Mi crimen contra la nación británica vino a
dejarme totalmente pelado, sin blanca, era muerte o transporte, y alguien lanzó
una moneda al aire, salió cara y no cruz, mi suerte de que me mandaran bien
lejos. Os veré en Botany Bay. El Capitán es ahora quien manda, están también el
contramaestre y toda la tripulación, pasajeros de primera y pasajeros de
segunda, todos cantando, ya os veré en Botany Bay. Seas Duque o Duquesa da
igual, escuchadme bien lo que digo, más os vale que sea vuestro lo que toquéis,
o si no a nosotros os uniréis en Botany Bay.
La belleza de la playa de Botany
Bay quizás sólo sea superada por el color rojo fuego de sus atardeceres.
Luz contra mar, fuego contra agua, pasión contra calma, ese es el mensaje que
parece lanzarnos la bahía cuando el sol comienza a caer por el horizonte. Un
mensaje de pelea, de lucha. Rojos entremezclados con naranjas y amarillos. Vida
pura. Como un corazón desatado. Desde el pequeño puente de madera en el Bare
Island Fort te saludan las gaviotas al llegar. Dicen que los que atraviesan la
bahía por primera vez, quedan tan impresionados que hasta olvidan el lugar de
donde zarparon.
El 13 de Mayo de 1787 John dejó atrás muchas cosas, sus dos dientes en
una calle cerca de Ham Fields principalmente, pero también una vida entera. Lo
bueno, que sin él saberlo, el 20 de Enero de 1788 otra vida se le pondría por
delante. Quizás marcado por el largo, tedioso y penoso viaje, o quizás
embrujado por los colores de la Bahía, John decidió que como los colores del
atardecer, él también pelearía, también lucharía por un nuevo amanecer, por
empezar de nuevo. Todavía estaba a tiempo.
Y gracias a John y las cebollas que robó, estoy hoy yo aquí tomándome una
copa de vino.
¡Salud!
Todo, por 19
crímenes.
- Hurto mayor, robo por valor de más de un
chelín
- Hurto menor, robo por valor de menos de un
chelín
- Comprar o recibir objetos robados tales como
joyas, vajillas,…
- Robo de plomo, hierro, cobre, comprado o
recibido
- Hacerse pasar por egipcio
- Robar en casas amuebladas
- Prender fuego en el sotobosque
- Robar cartas o correspondencia y esconder
dinero
- Asalto con intento de robo
- Robar pescado de un lago o río
- Robar raíces, árboles, plantas o destruirlas
- Practicar bigamia
- Asaltar, cortar o quemar ropa
- Falsificar monedas de cobre
- Matrimonio clandestino
- Robar el sudario de un fallecido
- Barqueros que transporten a demasiada gente en
sus botes, más si alguno cae al agua y se ahoga
- Granujas incorregibles que se escapen de la
cárcel o personas indultadas de la pena capital
- Robar
en tiendas navales, según qué casos.
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